«El refuerzo positivo impulsa el aprendizaje, mientras que la crítica lo frena».
Después de diversos estudios, los psicólogos coinciden en que nos falta cultura de reconocimiento, lo que nos lleva a encontrar más difícil felicitar que criticar. Estamos «entrenados» en la autoexigencia y la exigencia hacia los demás, lo que facilita la expresión de la rabia (asociada a la crítica) en lugar de las emociones positivas.
Los padres cometen errores inconscientes durante la educación de sus hijos. Uno de los más graves es criticar en vez de elogiar sus comportamientos.
La crítica continua de los padres hacia sus hijos resulta perjudicial para su educación. Evaluar constantemente la conducta del niño y etiquetarlo como incapaz, insoportable o malvado afecta negativamente su desarrollo.
Con la crítica, la comunicación entre padres e hijos adopta una actitud negativa y estricta de manera continua, volviéndose algo cotidiano que desgasta el sistema emocional del niño. Este desgaste contribuye a que el niño desarrolle una imagen negativa de sí mismo y se sienta incapaz de realizar acciones dignas de elogio.
Esta actitud de reprobación impuesta por los padres está asociada a la depresión, problemas de conducta, baja autoestima, inseguridad y timidez.
Utilicemos el elogio
Desde pequeños, a todos nos gusta recibir cuidados y escuchar cosas agradables. Sin embargo, la crítica constante, acompañada de pocos elogios, resulta contraproducente en la educación. Los niños necesitan un equilibrio entre la corrección y el reconocimiento positivo para desarrollarse de manera saludable.
El elogio es una herramienta poderosa para fortalecer la autoestima y educar las emociones de los niños. Reconocer y valorar sus esfuerzos y logros ayuda a que se sientan valorados y capaces. Este refuerzo positivo no solo motiva a los niños a seguir esforzándose, sino que también les enseña a identificar y gestionar sus propias emociones de manera efectiva.
Sin embargo, es crucial usarlo adecuadamente. Un uso incorrecto puede tener efectos negativos. Por ejemplo, si establecemos expectativas desproporcionadas, podemos generar ansiedad y presión innecesaria en el niño. Además, usar elogios como una estrategia de manipulación puede socavar la confianza del niño en los adultos y en sí mismo. Finalmente, emplear elogios para reprochar algo, como en frases del tipo «Eres bueno en esto, pero…», puede desvirtuar el propósito del elogio y llevar al niño a centrarse más en la crítica que en el reconocimiento positivo.
Elogiemos con sentido
Es la mejor herramienta educativa con la que contamos los adultos para potenciar su autoestima, pero utilizándola de manera adecuada. Es decir, aplicando el elogio de manera oportuna y medida, dentro de un estilo educativo equilibrado, en el que encontremos normas, los límites, la consideración y el respeto a los demás.
Cuando elogiemos debemos de dotar a esta acción de amor (siendo entusiasta pero sin sobreactuar), sinceridad, tacto y buena intención para, así dar sentido y significado a lo que comunicamos a los pequeños. De este modo estamos “personalizando” en ellos y se sienten atendidos.
Los comportamientos que reciben atención, tienden a aumentar.
Entonces, ¿Cómo elogiar?
Para que los elogios sean eficaces se recomienda:
1.- La intensidad y forma de elogiar sean acordes con el logro conseguido por el niño. Es decir, no ser exagerado ni superficial.
2.- Elogiar el comportamiento describiéndolo. Así, multiplicamos su eficacia.
3.- Ser sinceros y elogiar de manera espontánea. Dejando de lado la manipulación y el chantaje.